viernes, 10 de agosto de 2007

Lo visto, lo dicho, lo leído

En La Plata, los colegios secundarios de la universidad son los más codiciados por los padres para completar la escolaridad de sus hijos. No sólo por una cuestión de tradición, sino por la calidad educativa y porque, contrastando con los colegios de la provincia, allí los adolescentes son definidos en cuanto a su potencialidad y no a sus "defectos" o carencias, colocando esta etapa de su formación, como el tránsito hacia la formación superior.
Como muestra de esto, va un ejemplo: el día de ayer, los estudiantes del Colegio Nacional retomaron sus actividades luego del receso de invierno ( demorados por las obras que se llevan a cabo para refaccionar su histórica sede). Como novedad, encontraron computadoras con conexión a internet en 15 aulas, además de tres computadoras con conexión en el hall central para que puedan usarlas en el recreo.
Es una muy buena noticia, que contrasta con la decisión de otros colegios (públicos y privados) los cuales, teniendo laboratorios de computación muy bien equipados, no permiten la conexión a Internet porque les preocupa "no poder controlar las actividades de los alumnos en la red". La falta de "filtros eficaces" y el preconcepto de que los jóvenes sólo usan la red para chatear o enviar e-mail son algunos de los argumentos que sirven de excusa.
La computadora hoy, como antes fueron los medios audiovisuales, siguen siendo resistidos en muchas escuelas por las autoridades y por los docentes mismos, que la ven como una amenaza a los valores y la formalidad que,creen, deben imperar en la educación.
Nicholas Burbules, (en ADN /La Nación), opina al respecto que hoy los alumnos saben más que los maestros en materia de tecnología, el desafío de los educadores, dice, es tomar esa creatividad y usarla para sus propuestas. "Lo que necesitamos es entender la curiosidad de la gente joven, ayudarla a comprender sus elecciones y las consecuencias de sus decisiones. Las soluciones son educativas, no técnicas."
La prohibición siempre supone negar algo que nos incomoda, nos amenaza o nos confunde. Por ahí nunca pasó la solución de los problemas, mucho menos si va dirigida a los jóvenes.


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