La web 2.0 es definida en términos de participación, un espacio donde es la gente quien crea o modifica los contenidos.
Identificada con sitios como wikipedia, flickr, los blogs, second life y Del.icio.us, potenciada por la banda ancha, más capacidad de cómputos, integración de tecnologías y capacidades gráficas impensables diez años atrás, la web de segunda generación ha originado espacios caracterizados por la participación de usuarios, la colaboración y el debate.
El gran aumento de las redes sociales viene de la mano de una participación mayoritaria de los internautas en este tipo de espacios que generan comunidades de intereses variados (profesionales, financieros, de amistad, investigación, etc) apoyadas en el uso de herramientas como foros, chats, videoconferencias y listas de distribución.
El papel de las redes sociales es cada vez más importante como instrumento de comunicación, como espacio para el ocio y como modo de socialización. La participación en ellas se puede asociar a factores de oportunidad, aprendizaje, colaboración, influencia. Pero también podemos destacar, en muchos casos, la actitud de generosidad: la grandeza de muchas personas de compartir conocimientos con otros sin buscar un rédito o una utilidad.
Esto es, por lo menos, lo que más me moviliza a participar en espacios de intercambio dedicados a la educación como edubloggers o netabras, donde docentes o especialistas de lugares remotos enseñan lo que saben, acompañan, asesoran o potencian capacidades, por la simple satisfacción de compartir con otros sus conocimientos. Estas redes devienen en espacios virtuales de capacitación, de reflexión conjunta, de análisis y búsqueda de soluciones, donde la experiencia de unos sostiene y apuntala las prácticas de otros. Creo que esto es lo que explica y potencia el espíritu de la web 2.0: una web construída por personas y sostenida por valores de integración y asociación colaborativa.
